miércoles, 18 de octubre de 2017

Cuando lloras, casi como si estuvieras riendo.




Bien lo canta Peter Doherty, "laughing at the misfortune of others".

Esta entrada va más a forma de relato, particularmente hoy me encuentro segura de que lo que pienso es estable y no me desvía al abismo de la crisis.
El transporte público es algo que disfruto porque la mayoría de la veces el trayecto resulta algo largo y me encuentro en compañía, most of those times, de ninguna otra cosa que mis pensamientos y hoy andaba pensado en algo que pasara, que pasó y qué hubiera pasado, también lo que casi pasa o no pasó.

Y este relato, caso de la vida REAl va de las de así:

Era, pues era un día de 2014. Entraba el otoño y todavía no tenía escuela, bueno, no la que yo quería.
Fácil llevaba un mes completito chillando, la parentela sentía culpa eso lo sé muy bien, la hermana mayor acababa de entrar a la universidad y yo cada mañana despertaba de golpe. Miraba el cuarto con una extrañeza enorme, lo odiaba. Y acto seguido sentía el cambio de los músculos faciales a una cara de desesperación absoluta.

Había días en que me levantaba nomás a llorar, a gritar, arrojar uno que otro vaso de la cocina al piso y a mirar con tanto odio ese fender jaguar que le saqué a los jefes en una de esas, de culpa.

Y ya tenía como un año de que me había obsesionado con ese morrito el Jake Bugg, con el que se me iba la vida. O sea, cuando lo reflexiono sí estoy segura de que obviamente me buscaba y me provocaba parte de ese dolor, pero hay cosas a las que no le encuentro raíz en la cultura pop.
Así que me veía arrinconada por esas cosas y lo cómodo que resultaba soltar tres litros de lágrimas al día.

Y ese día en particular había escuchando una entrevista del Jake Bugg, mencionaba que no podría jamás hacer un cover de su rolita fav del mundo entero, esa que le cambió la vida porque perdería esa esencia que lo hizo sentir que tal manera. Total que era Vincent de Don McLean. Este cantautor le gustaba a mi hermana así que topaba la onda pero no la rola.

En tanto que hacer y nada que hacía, la escuché, y cuando hubo terminado la escuché de nuevo y luego una tercera. Vincent, as in, Vincent Van Gogh, tenía sentido.

Después me callé la mente porque no entendía nada. NADA. Llené la bañera del cuarto de la parentela y me senté ahí unas dos horas, o menos, o más.

Pasadas las siete de la noche la puerta principal se abría y la primogénita entró, con esto de la escuela apenas tenía tiempo de pensar, y yo sentía que no la había visto en años.

Cenó y agotada, apenas con los ojos abiertos se sentó en el sillón de la sala, viendo pero no viendo la televisión.
Recuerdo que desde que yo "callé mi mente" esa mañana, no recordaba haber hablado más, aunque sea para mí. Entré a la habitación, no dije nada, ella tampoco.
Me senté al extremo, luego me hice más para allá, y luego recosté mi cabeza en su pierna izquierda.

La primera lágrima salió, y luego ese sonido de cuando te sorbes los mocos. Puso su mano en mi cabeza.

"Esa canción es muy triste, Danny. Esa, la de Don McLean... la que va así de there was no hope left in sight on that starry starry night (no hubo esperanza a la vista en esa noche estrellada), Vincent se llama."



"Ya sé Puppy, ya sé." Respondió mientras enredaba su mano en mis cabellos.

Next morning, de esas en la que me levantaba a arrojar los vasos de la cocina al piso, encontré las cartas a Theo afuera de mi puerta.




"Ay Ximenita, pero si este no es un concurso de dramas... ¿o sí?"
Me nomino.








martes, 15 de agosto de 2017

su·Fri·da (verbo)








"Es que lo que pasa es que nunca pasa nada" se ha convertido en una de mis frases más usadas lately.
Y creía tener mis motivos. LO QUE PASA ES QUE NO PASA NADA.


N A D A.

Nada porque bueno, casi todo seguía igual, y ¿qué es algo si no la nada? Al final sigo con cuatro extremidades y ya, un mar de lágrimas que se evapora.
Me provoco la tristeza como muchos otros, he aprendido. Pero justamente hoy no voy a hablar de lo triste que estoy.

Vamos a hablar de lo que pasa. A desfigurarlo, a quemarlo y a ver qué pasa.

Lo que pasa es que me siento tonta, es que me quejo demasiado. Que me cuestiono cosas y llego a pensar otras. La pregunta del millón: why don't you like me? y luego la solución aparente, el "me vale".


High school is great, but also really hard.  Y nadie habla de eso, bueno, sí... tú.

"Y lo que pasa es todo eso que sientes. "

Pues si a esa nos vamos, siento que me muero, que alguien se chupa mi alma. Que hago un drama y no es intencional, fui criada por la televisión americana y una brecha de seis años con la big sister que me obligaba a llevar un paso rápido de por sí.

Crece, invéntate un alter ego, ándale suFrida. Escribe un blog y llora.
Señorita Ximenna Pilgrim, usted está muerta.

Pero no pasa nada, ¿qué tan difícil es eso de entender? ¿qué tan difícil es que te lo creas?



su·Fri·da 
(verbo)


miércoles, 14 de junio de 2017

The only one who knew.






Hoy fue un día nublado de a ratos. Mi hermana solía decirme que cuando no tengo nada que hacer me invento males que me hacen chillar, y claro, la tristeza me ha quedado cómoda por mucho tiempo, entonces todo se junta y todo, absolutamente todo pasa.

Así se estimula el dolor, así te abres las puntadas y metes un dolor nuevo, un quejido que te permita llorar donde ya habías sanado eso otro.

Llovió muchísimo y me dieron ganas de irme. De caminar horas y horas y perderme para así ocuparme.

ESTÁS LLORANDO POR UNA PENDEJADA. 

Es la verdad, y no se trata de que “crees que es una pendejada pero no, y está bien”. O sea, UNA PENDEJADA.

Y de ahí te agarraste para seguir chillando. Existe esta sensación a la que no sé ponerle nombre, o no sé cómo se llama. Esa donde cinco segundos de  ALGO te atormentan un ratoteeee. De cuando se te hacen mil nuditos en la garganta y te pesa en la boca del estómago y sientes que el corazón te aprieta.

Pero ‘ay va, ya está brotando la verdad y es que ahoritita entiendo esa francesita de José Revueltas de “estoy escribiendo y esa es mi manera de llorar” porque no saben cómo me ando jalando el moco de tanta chillada recién me senté a escribir.

¿Nunca les pasa que les duele despedirse de algo?
No algo que suene tan pendejo como un lápiz o así, pero por ejemplo cuando deben deshacerse de un disco porque ya está irreparable y les da el noséqué porque ay, the memories. El apego a lo material o a los recuerdos. Diría Doña Lucha “qué cosas tan feas es eso de los apegos”.  No es un disco, ni un libro. No es pasar de año, ni cumplirlos. Y al mismo tiempo sí es. Es el tiempo es todo ese que se va, ajá, ya lo había escuchado eso de nadie vive en presente, todos viven en pasado o futuro y sus variantes, WHATEVER.

Y así, con otra frasesita que le escuché a Doña Lucha, me fui como hilo de media.

Cinco minutos de una plática, una mirada a una foto, una leída al post ese de Facebook. Y todo eso que no debiste ver y escuchar porque lo que te hace sentir hace que te vuelvas loco y que te atormente todo el día.

“How to deal with social anxiety” para Dummies. 

Y desempolvas el dolor de esa amistad a la que le dejaste de hablar hace cuatro meses, y es bien raro porque solo te acordaste cuando caíste en la cuenta de que esa rola que traes en la cabeza todo el puto día es de su banda favorita, la que nunca escuchaste cuando te dijo. Y es como haberse aferrado a algo tan pendejo que te sientas a escribir un post sobre esto. Mucho mame millennial y la chingada.


Pero qué sigue, qué procede después del llanto y la queja. ¿Quién te de las cachetadas para que dejes de llorar por pendejas? Ya chole con que “es porque eres millennial” ya chole con estar triste. 


YA CHOLE CON XIMENNA PILGRIM. 

Ya basta de llorarle al tiempo, de sufrir tanto. Y qué pedo con los pedos de identidad.

Hoy llovió muchísimo y pensé en tu rola, camarada. Aquí sí hablo de ti y aquí sí escribo de ti porque no me da pena.

Y qué con las ganas de llorar, las cabronas. 


Las de hoy que me aguanté todo el camino hasta cinco minutos de llegar a mi home. El cuerpo es sabio y llevaba horas esperando llegar al vacío. Llovía mucho y el taxi me dejó a unas cuadras, el auto ya no se movía y el don me veía bien raro por el espejo. Se me estaba escurriendo una lágrima y otra a nada de caer, se dio cuenta antes que yo…

Pero da igual, ¿no?


Porque cuando no tengo nada que hacer me invento males que me hacen chillar. Y me sentí enorme, y sentí nausea y vértigo. 

“Ya quiérete” me dijo el otro día ese morrito con el que me ha dado por juntarme. 


Estoy escribiendo, y esa es mi manera de llorar. 
Con el nudo en la garganta y el asco de tanta suFrida ya maten a Ximenna Pilgrim

The winner takes it all.




Puedes hablar ahora que estás sola. Que las palabras no se atoran en la garganta a esta hora, habla ahora que se ha vuelto fresco como si hubieras aplicado una nueva capa que ahora es moldeable y que mañana enmudecerá de nuevo.

Y ten miedo.


Pero eso ya te había pasado y no sabes cómo le hiciste, cómo te convenciste. Ay, Ximenita por eso te agarran de bajada, porque ven tu miedo. A poco tú te crees que no pasa nada, pero te rompieron el corazón. La generación 199X te rompió el corazón y te arrojaron primero cuando buscaban sangre.

Pero te convenciste de que no pasaba absolutamente nada y lloraste mucho.


domingo, 12 de marzo de 2017

Sobre Peter.


Esta reflexión que a la mejor solo yo entiendo hoy tiene el honor de ser escrita en nombre de algún rockstar junkie al que la heroína ya le cobro los años, pero  ha musicalizado mis días desde que tengo 12 años. 

Hail Peter Doherty.








Las muy minúsculas cosas que te hacen sentir la punzada, la chispita de malvibre, tristeza y/o nostalgia, son esas que te guardas por su aparente insignificancia. Algo que invariablemente te hace sentir poquitito miserable.

Y saben qué, el paso más difícil es aceptarlo. Aceptar que eso te ha puesto mal.

Que ese comentario te cayó horriblemente pesado y doloroso. Que eso que viste hace un segundo no lo debiste ver, no por tu propia sanidad.


It started fast, but it ends so slow, cantan los Libertines.

Es bastante injusto ser puesto en estas posiciones incómodas. Y es que lo que pasa es que nada pasa pero absolutamente todo está pasando. Y hoy que me detuve a pensar en eso, me sentí inservible, miserable y más chillona.

You may not be understanding, pero... me estás rompiendo el corazón.

Así es esto. Así te la pasas, pasas tu adolescencia sufriendo un chingo, Ximenita. Que fluorescent adolescent ni que la chingada.
Hoy también te diste cuenta que aunque ya es bien pasado, ese álbum de los Libertines empieza con Can't Stand Me Now que por si no había quedado claro, predice el futuro de la banda y de la reclación Doherty-Barât, y que termina con What Became of the Likely Lads.

El tino perfecto. Qué fue de esos likely lads.




Y todo esto lo pienso unos días sí y otros no. Unos toca darte cuenta de cosas pasadas. Otros solo toca sufrir por una cosa.
Pero hoy solo esto se filtra en mis sueños y no me ha dejado dormir. Es un mix raro, veo a Doherty pintando su retrato con sangre, recuerdo momentos que hasta la fecha son de los más embarrassing de mi vida, pienso en los Libertines, pienso en que ese día no empezó mal, y que cuando vi cierta cosa que me puso extraña unos segundos no estaba mal, pero luego me contaron tal cosa. Y el total ha sido catastrófico.






Y hoy lo escribo porque ya se está pudriendo de tanto reposo en mi ser.

Y hoy lo posteo porque Peter Doherty cumple años, y este es otro pedacito de mí que se hace polvo.



En honor a Peter Doherty, el hombre al que he puesto en un pedestal porque puedo, y le he colocado el papel de héroe porque Superman no me cae tan chido, al que le festejo cada achivement porque es alguien que no tiene ni puta idea de quién soy y ha podido cantarle a mi alma.

Feliz Cumpleaños, Peter Doherty.






martes, 7 de febrero de 2017

Buenos días, tristeza.





Adiós tristeza.
Buenos días tristeza.
Inscrita estás en las rayas del techo, 
Inscrita estás en los labios amados.
No eres la miseria misma,
Pues los labios más tristes 
te anuncian con una sonrisa.

Buenos días, tristeza.

-Paul Eluard




Es bien raro, rarísimo. Hace ya rato que no escribo... lo que pasa es que no estaba triste. Todo marchaba extrañamente bien. Poco de esto, poco del otro, mucho pasaba, poco hablaba. Pero iba "bien".

Solo escribo cuando estoy triste, es como para algunos el opio. No es cierto, la verdad solo parezco querer escribir cuando tengo algo de qué quejarme. Algo de mi vida que se ha vuelto aparentemente miserable y colérico.

Cuando me pinto de azul.


La primera vez que me puse triste estaba bien morra, tenía unos 4 o casi 5, yo calculo. Estaba en el kinder, eso lo recuerdo perfecto. Y habían estos cuatro escalones que conectaban los patios en donde jugábamos.  No me acuerdo a qué jugábamos, pero de la nada sentí un huequito, un vacío y unas ganas de llorar poco usuales. Y yo no sabía que eso era la tristeza, no sabía ponerle nombre, y no me molesté en contarle a nadie porque era raro pero no del todo molesto, pensé que sería pasajero.

Y recurrí a esos cuatro escalones, no le dije nada a nadie, dejé de jugar y me fui a sentar. Y el mundo no se paró porque yo dejara de jugar, y de pronto era como si me hubiera parado fuera del mundo, como si el tiempo no pasara en esas escaleras.

Me gusta pensar en esa historia por una sola razón, me dejaban estar triste agusto ahí. Y ahora que he crecido, me gustaría regresar y sentarme unos minutos ahí.



Y eso de crecer, eso no me ha gustado nada. Los amigos también te pueden romper el corazón.

Estoy divagando un chingo, pero es que así es cuando chillas y es de todo. A veces pasan tantas cosas, y hay poca gente que está para escuchar.
Son los momentos amargos que pasan por accidente, son cuestión de segundos y ya con eso te chingan toda la semana. Como cuando ya no piensas en ese alguien, y sin querer abres su Instagram (la cosa muy moderna), y te das cuenta de lo mucho que ha cambiado, que es feliz. Eso no es malo, pero tienes que, muy maduramente, bloquearlo por que eso fue doloroso. Y sí, lloras poquito.

Pero no le cuentas a nadie, es eso que te guardas y se mete entre los huequitos, entre las grietas de sus recuerdos. Y cuando vienes en el camión de regreso a tu home, no puedes pensar en otra cosa.

La primera vez que me puse triste estaba bien morra, y era más o menos fácil porque no lo entendía, ahora de a momentos de da por llorarle a todo, y si vieran como lloro con una amargura que me quema.

Cada mañana, cuando la parentela me lleva a la escuela, atascados en el periférico, a cierta hora la estación del Fonógrafo, pone la misma rolita de Serrat, un pedacito cada mañana. Esa que va como de "hoy puede ser un gran día, plantéatelo así aprovechar lo que pase de largo depende en parte de ti...", a veces yo misma me la canto cuando me entran las ganas de llorar.

Porque a veces son señales, a veces creo que solo estás. Estás en el momento para escucharlo, es un poco mágico. La radio te habla, más o menos...




A la mejor ninguna cosa tiene relación. A la mejor ya me acabé y conmigo se consumió lo que alguna vez pensé en escribir. Pero solo al escribir pude llorar lo que ya se me andaba derramando entre el metro y el bus. Entre descansos e idas rápidas al baño para calmarte poquito porque ya te quiere dar.

Mucha gente se me ha ido, justo hoy lo dimensioné.



Las señales no siempre funcionan, pudo haber sido un gran día, pero me chingué la rodilla. No es cierto, lo que me chingué fue la dosis de momentitos amargos que aguanto a la semana, y apenas es martes.

Y a la mejor sigue sin tener sentido, la queja de un millenial suFrido(a), pero es que he querido que las lágrimas salieran apenas llegué a casa y solo al sentarme a escribirlo he podido, y para estar segura de que voy a llorar hasta secarme, he puesto a Leonard Cohen.