miércoles, 27 de junio de 2018
El cuarto de baño.
"Estoy en la bañera" es lo primero que digo cuando contestas el teléfono.
El cuarto de baño posee todas las cualidades de mi habitación favorita. Es la habitación que más me gusta, la que menos me parece odiosa.
Cuando me levanto bañada de recuerdos extraños y el teléfono no suena. Cuando tengo que ser yo la primera voz que se escuche, y la única que se escuchará en todo el día. Cuando he contado todos mis lunares y las horas se detienen; es entonces que no me permito ser miserable en la cama todo el día.
No es culpa de nadie.
Es la bañera. Vacía.
Nunca hay burbujas y entro descalza para no resbalar.
Es incómoda, y aún así invitadora.
También es la crisis, solo entro cuando estoy en una verdadera crisis. Una crisis que me invento y hago crecer en segundos. Efímera pero bien clavada en la mente.
Entonces debo entrar en la bañera y no salir hasta que pase alguna cosa. Hasta que piense que ha sido demasiado y tenga que llamar para por fin llorar por teléfono, pero antes habré de advertir que definitivamente ESTOY EN LA BAÑERA.
Debo estar ahí.
Tengo que, por que casi como una labor social, no me deja opción más que imaginar que cuando me levante de ahí es porque será la ocasión definitiva para arreglar el problema de una vez por todas, y metafóricamente todo se irá por el drenaje. Debe ser esta manera.
Porque es callado además, pero no callado como en toda la casa, porque ese silencio me vuelve loca. Nunca hay nadie, nunca hay calor. Pero el cuarto de baño debe ser remotamente callado, y no molestan los pensamientos.
Es que además es un cuarto pequeño.
Está la bañera y las otras cosas que hacen de esta habitación el cuarto de baño.
Pero es relativamente pequeño, y no deja advertir la inmensidad que la representan los demás cuartos ante la mente en crisis.
La cama, por otro lado, se traga el tiempo y te impide pensar. Pero la incomodidad de la bañera y el constante desliz de la espalda debido a la ropa traen consigo realidad, algo que se olvida estando recostada en una cama.
Pienso desde la bañera, y lloro también.
Paso la crisis ahí y no espero que haya otra, además no debo hacer fila para estar aquí. Y, cuando soy muy suFrida, me gusta pensar que Ximenna Pilgrim es la más tonta, a ella le gusta llorar en el metro. Pero La suFrida espera a llegar a casa, espera a meterse en la bañera.
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